La huella de carbono es un concepto que tenemos muy presente todas las personas a las que nos preocupa el medioambiente. Al fin y al cabo, su función es medir la cantidad de gases de efecto invernadero que emitimos por nuestras acciones. Pero ¿cómo podemos reducirla? Esto es algo de lo que queremos hablarte aquí. También te explicaremos por qué el estilo de vida slow life puede ser la respuesta. Sigue leyendo para saberlo todo al respecto.
Reducción de la huella de carbono
Todas las acciones que realizas en tu día a día tienen un impacto en el medioambiente. Piensa que, por el mero hecho de respirar, estás emitiendo dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Un gas contaminante responsable del efecto invernadero y del calentamiento global.
Sin embargo, la cantidad de CO2 que emites a la atmósfera al respirar es ínfima. De hecho, no debería ocasionar apenas impacto. El problema es que hay otras muchas acciones que sueles llevar a cabo que sí son muy perjudiciales.
Hacemos referencia, por ejemplo, a los desplazamientos que haces en coche, en metro o en bus. También al consumo de alimentos, ya que habría que analizar cuál es su procedencia. El mero hecho de encender una bombilla en casa también tiene un impacto en tu huella de carbono.
Adquirir conciencia acerca de cómo reducir la huella de carbono que emites es de vital importancia. De hecho, hacerlo te permitirá replantearte todas y cada una de las acciones que elaboras en tu día a día. Solo así conseguirás ser más eficiente en el futuro y aportar tranquilidad a tu conciencia. De lo que hablamos es de tu futuro, pero también del que dejarás a tus hijos.
Compensación de la huella de carbono
The Nature Conservancy es una de las ONG más activas en cuanto a concienciación sobre el cambio climático. En uno de sus más recientes estudios ha cifrado la huella ecológica que dejamos los seres humanos. De media, cada persona que habita el planeta deja un rastro de cuatro toneladas anuales de CO2.
Evidentemente, se trata de una media. Con nuestra calculadora de huella de carbono podrás estimar tu huella de carbono que, de media en España, es casi cuatro veces superior. En general, quienes habitamos en países occidentales emitimos mucho más CO2 que quienes viven en países de otras regiones del mundo.
Desde esta ONG señalan que, para no superar el temido umbral de 2º C, hay que reducir esa cifra a la mitad antes del año 2050. De no conseguirlo, las consecuencias serán irreversibles.
Estilo de vida slow life
Llegados a este punto, queda claro que la reducción de emisiones es fundamental para que la humanidad tenga futuro. Es aquí también cuando el concepto de slow life cobra especial relevancia.
Slow life es un concepto de vida desarrollado en la década de 1980 por Carlo Pretini. Su traducción literal podría ser “vida lenta” o “movimiento lento”, como algunos prefieren llamarlo. Se opone radicalmente al estrés que marca nuestro día a día, principalmente en países occidentales.
Este movimiento cultural te invita a tomar el control de tu tiempo en lugar de someterte a él. También te invita a dar prioridad a tu desarrollo personal y social. El uso de la tecnología está bien a la hora de acelerar el trabajo e incrementar la productividad. Sin embargo, hay actividades humanas en las que no debería conseguir el mismo efecto.
Todo esto ha llevado a que, actualmente, el movimiento se considere como clave para reducir la huella de carbono. Si ahondamos en sus características nos seguiremos dando cuenta de por qué.
Slow food
Es el pilar más importante. ¿El motivo? La industria alimentaria y todo lo que la rodea tiene un impacto monumental (entorno al 20% de media en España) sobre la huella de carbono. Siempre que te comas un filete piensa en la cantidad de recursos que han sido necesarios para que llegue hasta ti (piensos, agua, transporte, etc.).
El movimiento slow food prioriza el consumo de alimentos locales y de temporada. Con esto se garantiza que su producción, distribución y recolección han tenido el menor impacto posible sobre el medioambiente. Tenlo en cuenta la próxima vez que vayas al supermercado.
Slow fashion
Actualmente, la industria textil es la segunda más contaminante del planeta. En concreto, lo que hace es oponerse a la producción masiva de ropa e invitar a reducir el consumo de moda. También te invita a priorizar lo local y no recurrir a las prendas confeccionadas en países asiáticos o subdesarrollados.
En resumen, podemos decir que el término de «moda lenta» se basa en comprar menos ropa pero de mayor calidad. Además, te invita a reparar y a alargar al máximo su ciclo de vida. Incluso a recurrir al mercado de segunda mano y a la producción artesanal.
Slow mobility
Los atascos y el ruido también son fuentes de contaminación para el planeta y de estrés para las personas. Por ello, este tercer pilar del movimiento slow life se centra en él. En primer lugar, prioriza ir paseando a los sitios siempre que sea posible. Y, si no es posible, invita a usar la bicicleta como segunda opción. Estos son los dos medios de transporte con menos impacto para el medioambiente y los que, además, mejor preservan la salud.
En caso de no poder recurrir a ninguno de los dos para ir al trabajo, la slow mobility aconseja el uso del transporte público. El metro y el tren son los más eficientes. Le sigue el autobús. Solo en casos excepcionales deberíamos sacar el coche del garaje, sobre todo, si únicamente funciona con combustibles fósiles.
En definitiva, el movimiento slow life se ha convertido en una de las respuestas más firmes y efectivas al cambio climático. ¿El motivo? Promueve una reducción de la huella de carbono que emitimos los seres humanos a la vez que busca nuestra felicidad. Y es que, a estas alturas, seguro que no dudas de que el estrés empeora tu calidad de vida. Así que desde aquí te invitamos a poner en práctica sus pilares fundamentales para mejorar tu salud, pero también la del planeta.
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